Dalle Comunità dell’Ispettoria Maria Ausiliatrice – Spagna
CIRCULAR Nº 991 “IRRADIAR LA ALEGRÍA DE LA VOCACIÓN”
La alegría nace de sentir que Dios nos ama y es fruto de una vida que “ama mucho al Señor”. El seguimiento a Jesús nos lleva a querer irradiar la alegría de nuestra vocación. Y sabemos que cuando Jesús está en el centro, la respuesta vocacional personal y comunitaria es más creíble.
Felices de nuestra vocación, vivimos la experiencia de la fidelidad y la alegría de nuestra entrega. El paso de los años no merman en nosotras el seguir enamoradas del Señor. Y las dificultades no restan la alegría profunda de la propia vocación.
Somos llamadas a ser “personas cántaro” que pueden ofrecer el agua de la vida que es el Señor, a los jóvenes, a las hermanas, a quienes compartimos misión educativa y evangelizadora. Sentimos la necesidad de llenarnos de Dios para dar de beber, mostrar alegría y esperanza, siendo signos del amor gratuito e incondicional de Dios.
El encuentro personal con el Señor, el compartir la Palabra, la celebración de los sacramentos, la devoción a María, la vivencia del espíritu de Valdocco y de Mornese nos ayudan a ser personas y comunidades generativas de vida. Y ello es motivo de profunda alegría.
Somos responsables de la felicidad y de la alegría de los jóvenes. Deseamos acompañarles y tener para ellos un corazón materno.
A veces vivimos en el desierto, es cierto, pero no nos falta el deseo de derramar alegría a nuestro alrededor. Nuestra vocación religiosa y salesiana es una vocación a la alegría. Y deseamos proclamar con la palabra y con la vida: “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.
Como comunidad inspectorial agradecemos al Señor el don de Madre Yvonne y en ella el de cada FMA. Es un gracias que quiere ser un compromiso personal, de cada FMA, de cada educador, joven… de todos los que compartimos vida y misión.
Es el compromiso de querer seguir irradiando la alegría de nuestra vocación a través de:
- Vivir en un Gracias continuo cada día, como María.
- Tener siempre presente que el otro es tierra sagrada, humanizar cada encuentro.
- Vivir cada día más enraizadas en Jesús para mantener la alegría personal y comunitaria.
- Ser responsables de la vocación de cada hermana.
- Creer que cada una estamos habitadas por el espíritu de Dios para así bendecirnos las unas a las otras, la diversidad nos enriquece.
- Seguir diciendo con el testimonio de vida: “Señor, sigue contando conmigo”, a pesar de la edad y la fragilidad.
- Abrir los ojos como María en Caná para seguir creciendo en gestos de humanidad.
- Seguir creyendo que la comunidad es un regalo. Amar a la hermana porque nos la ha puesto el Señor aquí y ahora.
- Vivenciar el artículo 50 de nuestras constituciones.
- Ayudar a descubrir a los jóvenes el proyecto de Dios en ellos con el testimonio de nuestra vida. Ellos se sienten interpelados por nuestro carisma.
- Ser portadoras de humanidad en lo cotidiano, con actitudes de acogida, confianza, escucha…
- Seguir acompañando a los jóvenes con alegría.
- Vivir las dificultades de la vida como oportunidades para crecer en la fe, en el compromiso solidario, en tiempos profundos de oración y de silencio. Nada nos puede quitar nuestra alegría, vivimos enraizadas en el Señor Jesús.
Nos confiamos a María, Mujer llena de alegría; que como Ella sepamos derramar el “vino bueno de la alegría”.